Feminismo y Lucha Obrera

[Columna para el programa Xeración Bravú de Cuac FM, emitido el 05-03-2016]

En estos días de incertidumbre gubernamental, nos gustaría poder vaticinar la llegada de la clase trabajadora al poder político. Esto, tan improbable aún, debería en teoría acabar con el sistema en el que vivimos, en el que el nacimiento condiciona el destino de manera prácticamente irreversible. Desde una perspectiva de clase es evidente que si las personas trabajadoras no tomamos las riendas de nuestra vida, otros lo harán. Si no logramos que se legisle a favor de las clases trabajadoras, se estará legislando a favor de las privilegiadas. Si no logramos que se legisle a favor de la redistribución de la riqueza, de la sanidad pública, de la educación pública, se legislará para la concentración de capitales, la privatización de los servicios y la desaparición de nuestros derechos. Y si no logramos que se legisle para romper las barreras sociales y culturales que nos atenazan a las mujeres, estaremos legislando a favor de mantenernos en una ciudadanía de segundo orden.

Suffrage hike to Wash'n  (LOC)

La lucha por los derechos de la mujer no ha corrido paralela a la más genérica lucha por los derechos de las personas trabajadoras. En la lucha obrera, la figura central ha sido siempre la masculina. La mujer ha sido “lo otro”, lo complementario, desplazando sus intereses al terreno de lo accesorio. De hecho, históricamente, la nuestra ha sido tratada como una lucha menor, algo anecdótico a lo cual ya habría tiempo que prestarle una vez obtenida la deseada liberación social. El discurso aceptado proclamó  que la lucha obrera carecía de sesgo de género. Pero las medidas propuestas sin tener en cuenta las necesidades específicas de la mitad de la población están tomando como modelo las necesidades específicas de la otra mitad, de manera que esa “carencia de sesgo” lo que produce es un sesgo de género, en este caso masculino.

Y es que no puede legislarse desde una perspectiva ideal en la que hombres y mujeres compartimos absolutamente todos los privilegios y deberes, no existen techos de cristal ni condicionamientos culturales y los géneros tradicionales han visto diluidas sus fronteras en una feliz armonía y aceptación de la multiplicidad y riqueza de sus manifestaciones. Es por el contrario necesario legislar desde el conocimiento de la profunda brecha que nos divide en función, no sólo de la condición socioeconómica de cada persona, sino en función de nuestro género, corresponda éste al asignado en nuestro nacimiento o no.

Ruth Colvin Starrett McGuire (1893-1950)

Así, en vísperas del 8 de marzo, fecha en la que las instituciones se acuerdan de la mitad del electorado, no está de más recordar que, junto a todo este debate acerca de la forma en que queremos vivir, existe una demanda clara y concisa y, en estos momentos de cambio, una nueva oportunidad. La lucha feminista está ahí, presente, y nunca debería estar supeditada a los paréntesis de la lucha obrera, sino caminar de su mano, puesto que es la misma lucha, la de los desfavorecidos contra la opresión estructural. No hay lucha obrera sin lucha feminista. Ahora, más que nunca, la revolución será feminista o, de nuevo, no será.

[Elijo la música que acompaña mis columnas. En este caso, me apeteció darle un toque más gamberro al asunto con este fantástico tema de las Lunachicks:]

 
 

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